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“Cuentos para alimentar la empatía a cualquier edad” por Concha López

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Una cabra al frente de un imperio, una vaca que provoca el mal de leche a quienes la separan de su ternero o un burro que se rebela contra las faltas de ortografía, son algunos de los ‘Animales Bien Educados’, que protagonizan el libro de cuentos del mismo nombre escritos por Chule Fergu e ilustrados por Inés Manzano.

¿Acaso no puede una cabra disfrutar tomando el sol? ¿Quién nos dice que si un oso ve unas ovejas jugando no le entrarían ganas de unirse? ¿Por qué hemos interiorizado que los burros son tontos? ¿Cuándo aprendimos que era normal separar sistemáticamente a las vacas de sus terneros para quedarnos con la leche de la madre y la carne del hijo?

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Hay un momento de nuestra vida en el que perdemos la empatía natural en los niños y comenzamos a interiorizar conductas que no son naturales, que no se corresponden con la realidad de los demás animales con los que compartimos el planeta, ni siquiera con la nuestra. Chule Fergu se propuso escribir cuentos cuya lectura permitiera recuperar esa empatía, esa capacidad de ponernos en el lugar de otro, sea quien sea, sea de la especie que sea.

Chule Fergu es en realidad Jesús Fernández Gutiérrez, pero quiso firmar el libro con el nombre por el que se siempre le han llamado los suyos y uniendo sus dos apellidos en una palabra que evoca a bromas familiares de toda la vida. En realidad, nos dice, “escribo a este niño de nueve años que era yo cuando leía esos libros con los que sigo disfrutando, con escenas surrealistas y personajes extremos”.

El libro comenzó a tomar forma en su cabeza después de visitar algunos santuarios de animales y ver en vivo y en directo lo que ya había visto en fotos y vídeos: cómo tantos animales de diferentes especies, viviendo en un espacio limitado y a veces reducido, conviven sin problemas. Cuando lo ves, dice, “impacta”. “Llegas allí y ves perros, gatos, gallinas, cerdos, ovejas, y no ves problemas. Se entienden. Saben que es mejor así”.

Esa experiencia le hizo ver que los animales son más educados de lo que generalmente pensamos. Que aprenden que cuando conviven juntos es mejor llevarse bien, y que el mundo sería un lugar mejor si los humanos aprendiéramos algunas cosas de los demás animales. Si redujéramos ese abismo que hemos creado entre ellos y nosotros. Si nos comportáramos un poco más como esos a los que llamamos, a veces despectivamente, animales. “Es como si nos hubiéramos olvidado de que nosotros también somos animales, de que no somos tan diferentes”.

Nos daríamos cuenta de que lo que estamos haciendo con ellos y con nuestro mundo, que también es el suyo, “no tiene ni pies ni cabeza”; nos asustaría percatarnos de que hemos construido un sistema que enseña a los niños “a competir entre sí, no a tratarse como compañeros”; y comprenderíamos que una existencia sin empatía está “condenada a la infelicidad”.

Por eso, en sus cuentos, Chule nos acerca a esos animales, a sus emociones, a sus miedos, para que no olvidemos que sienten, y para alimentar esa empatía que actúa en nuestros corazones como un antídoto contra la cosificación, contra la enfermedad emocional que nos hace tratarlos como si fueran cosas. Ni las vacas están felices de que les robemos la leche con la que deberían alimentar a sus terneros que van camino del matadero, ni las gallinas lo están por estar recluidas poniendo sin parar huevos para nosotros, dice Chule con vehemencia. Solo hace falta empatía para verlo, y los protagonistas de estos cuentos nos permiten verlo con humor, de forma constructiva, atractiva. Nos llevan a su terreno y nos rendimos a la evidencia con una sonrisa dibujada en la cara.

Algunas de las historias se basan en experiencias vividas, como la del chucho cuyo pis enfada a San Perro, y otras pretenden “dar la vuelta a algunos tópicos”, como ese de que nadie ama más a los toros que los toreros. “Me encantaría preguntarle a un torero qué habla con el toro en el ruedo, de qué va esa conversación que dicen los toreros que tienen, y qué le contesta el toro, porque no creo que le diga que está encantado de que le pinchen como un saco”.

Ese diálogo se reproduce en ‘La faena del toro Pensador’, y como Chule es un convencido de que los sentimientos, cuando se les deja actuar, acaban generando historias “mucho más lógicas que las que nos han vendido toda la vida”, la empatía se abre paso y recuperamos la sonrisa.

Los protagonistas de los cuentos que Andrés y su perro Cañón comparten con los demás animales pueden parecer demasiado humanizados, pero en realidad lo único que hace Chule es prestarles nuestro lenguaje para facilitarnos la comprensión de unas emociones para las que no hacen falta palabras. Su aparente humanización es solo la demostración de que sabemos lo que sienten, de que en realidad nos basta con mirarlos. Si los vemos humanizados es porque, afortunadamente, conservamos nuestro yo más animal, que es también el más humano.

Cabras, vacas, gorilas, perros, osos, toros, lagartos, cerdos, gatos, burros y hasta piojos hay en este libro de cuentos, y también un ladrón que se hace bueno robando a quienes no creen que son ladrones porque roban lo que siempre hemos robado, a los propios animales.

El objetivo de Chule e Inés es colocar el libro en librerías y tiendas “sensibles” de Madrid y Sevilla, y para ello han abierto una campaña de crowdfunding en la que os invitamos a participar. Cuantos más recursos reciban, más ejemplares podrán imprimir y más corazones podrán abrirse a la empatía que tanto necesitamos.

Concha López es periodista – El caballo de Nietzsche | Desconexión


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